martes, 19 de noviembre de 2013

Podemos adaptarlo por usted al por mayor

Guerra Mundia Z y El Juego de Ender dejan claro que no corren buenos tiempos para las adaptaciones. Échense a temblar, exitosas novelas de ciencia ficción, porque el cine actual vulgariza todo lo que toca.  Aunque no siempre fue así.



Adaptar una novela que ha cosechado un cierto éxito y que ha sido leída por un buen puñado de lectores tiene evidentes ventajas e inconvenientes. La promoción de la película es la gran beneficiada, pues se asegura con los seguidores de la obra original un considerable número de fieles espectadores, sin contar la publicidad gratuita que se suele generar.

Por contra, las expectativas creadas en torno a estas producciones suelen “elevar el hype” que se dice ahora, con lo que aumenta la exigencia del espectador y se multiplican las decepciones y los mosqueos tras el visionado final.

Por este motivo, las adaptaciones de este tipo de literatura son tan esperadas como temidas por el aficionado, y suponen para los realizadores tanto una oportunidad como una enorme responsabilidad. Entre los resultados finales hay de todo como en botica.

Las primeras adaptaciones

Desde los albores de la historia del cine, los realizadores cinematográficos han buscado inspiración y temática en la literatura de ciencia ficción. George Méliès, pionero y visionario, fue el primero en comprender que si el material en que basarse es bueno, la mitad del camino está hecho.  Por eso no dudó en echar mano de Julio Verne para crear su icónica obra maestra, Viaje a la Luna (1902), tomando elementos de dos de sus viajes extraordinarios: De la Tierra a la Luna (1865) y Alrededor de la Luna (1870).

A partir de entonces, la adaptación de novelas de ciencia ficción se convirtió en uno de los recursos más socorridos del Séptimo Arte. Ya en los años 50 y 60, los cineastas estadounidenses utilizaron las obras de H. G. Wells para amoldarlas a la realidad de la guerra fría y el miedo atómico, tanto en La Guerra de los Mundos (Byron Haskin, 1953) como en El tiempo en sus manos (George Pal, 1960).


Fue a finales de los años 60 y principios de los 70 cuando un género considerado menor comenzó a llamar la atención de los grandes realizadores cinematográficos. Así, François Truffaut, uno de los máximos exponentes de la Nouvelle Vague francesa, adaptó en 1966 el clásico de Ray Bradbury Farhenheit 451. Stanley Kubrik por partida doble (2001 Una Odisea del Espacio en 1968, basada en la obra de Arthur C. Clarke, y La Naranja Mecánica en 1971, adaptación de la novela de Anthony Burgess) y  Andrei Tarkovski  (Solaris, 1972, adaptación de la obra de Stanislav Lem) fueron cineastas de renombre que elevaron el prestigio del género de ciencia ficción, adaptando con gran acierto algunas de las más grandes obras literarias del género.

Superando el original: Blade Runner y Desafío Total

Partiendo de la base de que resulta complicado comparar churras con merinas, son pocos los casos en los que podemos atrevernos a afirmar que una película ha conseguido superar en calidad a la obra literaria en la que está basada. Lo haremos, sin embargo, en el caso de Blade Runner (1982) de Ridley Scott (adaptación de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick)  y Desafío Total (Total Recall, 1990) de Paul Verhoeven (adaptación del relato corto Podemos recordarlo por usted al por mayor, también de Philip K. Dick).

La voluntad de innovación la encontramos desde la reconstrucción de los títulos, con sus propias referencias e interpretaciones, hasta la temática y el alcance de sendas historias. En ambos casos, el material original se toma como inspiración, sin pretender realizar una adaptación literal. Y desde esos cimientos se construye una obra propia, con implicaciones y alcances diferentes y, en este caso, superiores.


Otro buen ejemplo es el trabajo del propio Verhoeven en Starship Troopers, adaptada en 1997 a partir de la novela de Robert A. Heinlein. El impacto visual de la película y su novedoso formato le dieron una entidad artística propia. Todo lo contrario podemos observarlo en la adaptación del clásico distópico 1984, de George Orwell. Michael Radford trata de mantenerse herméticamente fiel a la novela, hasta el punto de estrenar la película en el año 1984. Pero el resultado de este bienintencionada meticulosidad es una película fría y distante, con un ritmo narrativo espeso que dificulta su visionado y mantiene alejado al espectador.

Sonoros fracasos: Dune y Soy Leyenda

También en 1984 vio finalmente la luz el Dune de David Lynch. La adaptación de la novela de Frank Herbert, una de las más tormentosas que se recuerdan, fue el resultado de un interminable viacrucis en el que estuvieron implicados, durante casi veinte años, nombres tan ilustres y dispares como Alejandro Jodorowski, Orson Welles, Salvador Dalí, Ridley Scott, Pink Floyd, Moebius o Giger. Los múltiples problemas y retrasos, así como los necesarios pero mutiladores recortes en el metraje, se hacen notar en un resultado final irregular y farragoso, que terminó provocando el rechazo de crítica y público, además de un estrepitoso batacazo en taquilla.

El caso de Soy Leyenda, la pequeña pero fantástica novela de Richard Matheson, es el eterno quiero y no puedo. O al revés, más bien. Ninguna de sus versiones cinematográficas se han acercado siquiera a las implicaciones y complejidades de la novela, limitándose a rascar en la superficie, y a veces ni eso. La versión de 1971 protagonizada por Charlton Heston es sonrojante y poco o nada tiene que ver con la novela.  Más flagrante aún es el caso de la reciente versión de Will Smith, que tan sólo coge el título del original para ensuciarlo y deformarlo hasta volverlo irreconocible.


¿Adaptación o remake?

El ejemplo de Soy Leyenda nos conduce al controvertido tema de los remakes. Cada vez que oigo o leo la palabra secuela, precuela, remake, reboot o similar, se me abren las carnes. Se me riza el rizo cuando se trata del remake de una adaptación.

Asistimos con perplejidad a revisiones de baja estofa, como ese engendro mal llamado Desafío Total, (Len Wiseman, 2012) protagonizado por Colin Farrell y que jamás debió ver la luz. Lo mismo ocurrió con aquel sangrante intento de actualización de La Máquina del Tiempo (Simon Wells, 2002), dirigida para más inri por el propio bisnieto de H. G. Wells y que sólo sirvió para que Jeremy Irons alcanzara una nueva cota de indignidad, o con la ya mencionada Soy Leyenda. ¿Se versiona la película anterior o la obra literaria? ¿Ya sólo importa sacar rentabilidad sin ningún pudor artístico?

El futuro que nos aguarda

Pero también hay motivos para la esperanza. En 2006, Alfonso Cuarón realizó un espléndido trabajo con Hijos de los Hombres, que adaptaba la novela homónima de P. D. James, convirtiéndose en la mejor película de ciencia ficción en lo que llevamos de milenio. Más recientemente, los hermanos Wachowski nos han sorprendido con la brillante Cloud Atlas, adaptación imposible de la compleja novela de David Mitchel. Toda una obra de ingeniería cinematográfica.

Las dos grandes adaptaciones que esperábamos este año, las mencionadas Guerra Mundial Z y El Juego de Ender, han decepcionado. La una porque se limita a coger el título de la excelente novela de Max Brooks para hacer una película que nada tiene que ver con el original. La otra, porque tan sólo consigue sobrevolar atropelladamente sobre algunos de los mimbres argumentales de la absorvente obra de Orson Scott Card en una historia que podía haber dado mucho más de si. 

Veremos si las adaptaciones que se preparan para el futuro (incluida una posible versión cinematográfica de Fundación de Asimov a manos de Roland Emmerich) enderezan el rumbo de un subgénero en horas bajas.



Artículo publicado originalmente en www.hescueladecine.com, el 08.04.13
http://www.hescueladecine.com/


No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te ha parecido? ¡Deja tu comentario!